lunes, 10 de junio de 2013

("y el carozo del asunto es tu temor... y sólo tu temor")

Cada día levantarme de la cama es la tarea más ardua que enfrento. Es un allá afuera amenazante. Un allá afuera donde todo puede salir mal, sin importar cuán planificado o cuidado esté lo que sea que vaya a emprender.

Allá afuera me equivoco.
Allá afuera puedo herir a alguien o mis actos pueden tener consecuencias lamentables.
Está la muerte esperándome al final del recorrido.
Están todas las cosas que podrían ser, apabullándome.

Mi cama es un útero en el cual me encuentro, de alguna forma, protegida por la inacción. El tiempo pasa casi sin que lo perciba. El sueño viene en oleadas. Es tibio. Es suave.

Es la nada misma. O casi.

Pero tengo que nacer cada día, aunque sienta que todos los pasos que doy son inútiles.

Entonces, me paro a mí misma. Tarda la labor de parto, tengo que romper el sueño y la inercia con cuidado.
Estoy asustada hasta la parálisis, y voy de a poco retomando control de mis músculos, mis nervios, mis huesos. Me repito que es una pequeña mediocre vida la que tengo, que mis responsabilidades no son tantas, que puedo con ellas. Repaso lo que me espera en el día, organizo mis tareas mentalmente. Dejo que el temor ceda un poco, o quizás, lo transformo en angustia.

Me levanto, tarde, como siempre.

Así lucho contra mi cama todas las mañanas.

Me falta todavía romper el otro útero, pero aún no tengo las fuerzas suficientes.

EvaLilith
2013

jueves, 23 de mayo de 2013

Tengo la boca llagada, llena de pequeñas heridas que arden, aumentan y me generan una sensación de cavidad llena de bultos. Las estalactitas y estalagmitas en mi paladar y mejillas. Duele la boca y duelen las palabras, por más que quiera suavizarlas con un té endulzado con miel. Lo que se escurre entre mis labios destila un veneno nacido del dolor.
Veneno de todos los venenos, un hilo de baba corrosiva que desaparece en las entrañas del viento.
Si las palabras que callo, que son pequeñas, dulces, minuciosas, apenas secretos, me arden así dentro... ¿Cómo tendrán las bocas los que callan injusticias y maltratos diarios? ¿Cómo tendrá la boca la madre que le mienta al hijo "papá va a volver pronto"? ¿Cómo tendrá la boca el que jugó al simpático con sus verdugos? ¿Cómo tendrá la boca quemada de paco la nena que grita "acá estoy", mientras se la chupa a un cerdo por 20 pé?¿Cómo tendrán las bocas todos los que vieron y callaron?

EvaLilith
2013

martes, 30 de abril de 2013

Me puse el traje gris, subí al subte, pude sentarme. Recibí la llamada suya justo cuando la puerta se cerró "hoy no voy a cenar. No, mañana tampoco. Quiero que dejemos de vernos". Hice un recuento mental: las zapatillas, el par de películas, una remera. Todas sus huellas en mi casa cabían en una bolsa de supermercado.

Nada que me perteneciera había quedado en su dpto. Siempre anduve de puntillas, sin ruidos y sin huellas, sin marcas de territorio o cercos, con él.

Ese día fui la empleada más eficiente de la firma. Volviendo a casa, mandé el típico mensaje pirata: "en qué andás? Querés q nos veamos?". Por las dudas, se lo mandé a tres. Alguno libre tenía que estar.


No contaba con el pequeño detalle de la tecnología delatora. Dos de ellos estaban en pareja, y el tercero se dio cuenta de mi manotazo de ahogada. Se me cagó de risa por sms, ofreciendo un café y charla. Sólo charla. Que tenía algo importante que contarme. 

Me arreglé apenas, y fui al bar donde siempre nos solíamos cruzar con ese chongo. Para encontrarme con que sí, efectivamente, tenía MUCHO que contarme. Porque estaba dejando de ser él para ser ella. 

Pensé con amargura que ya me parecía que cogía demasiado bien y que era demasiado considerado, aún en su papel de chongo. 

Estuvimos hablando un rato de todo el lento y burocrático proceso, de las hormonas, de las emociones que desconocía fueran tan poderosas. De operaciones, de ropa. De amores. De miedos y soledades. 

Esa noche terminamos en mi casa, pero llorando nuestros miedos, abrazadas. 


A la mañana siguiente, cuando con el traje azul me subí al subte, recibí otra llamada suya. Que estaba confundido, que no sabía lo que quería, que nos tomemos un tiempo, mejor. Corté sin decir nada. Hice un recuento mental: horas, días, noches pasadas juntos. Después de haber dejado mis miedos en el hombro de quien ya nunca más sería uno de mis hombres, no parecía un premio muy atractivo por esperar. 

Pero también me confundí, y ese día equivoqué las cuentas, mezclé los sobres, mandé mails errados. Volviendo a casa mandé el típico mensaje de abandono: "vení a decírmelo en la cara". 

Esa noche no vino. 

Vino mi insomnio. 

Vino mi gata.

Vino el vino. 

Pero él no. 

Tampoco contestó. 

Finalmente, vino el adios. 

Hice un paquete con sus cosas, las metí en una encomienda. De 3 a 6 días tardaría en llegarle a su casa. 

Me puse el vestido negro. El luto de las cosas que nunca fueron. Subí al subte. En vez de buscarlo online para saludar, abrí uno de los jueguitos. Hasta era más entretenido. 


EvaLilith
2013





martes, 23 de abril de 2013

Mi cine privado.

Soñé que me encontraba con el Duende en un restaurante de esos absurdamente high class. El mozo era solícito y rápido, pero increíblemente malhumorado. No quería estar trabajando esa noche, incluso nos comentó que pensaba renunciar. 

Se largó una tormenta terrible y empezó a llover dentro, entre las arañas gigantescas de caireles, arruinando el parquet. Yo sabía que me estaban buscando (creo que eran mis viejos, pero después me entró la duda), y le pedimos al mozo si nos podía ayudar a escabullirnos por el patio. El patio parecía esas galerías cubiertas de las casas chorizo. 

A pesar de nuestros intentos por salir (creo que la idea era trepar a una terraza contigua), llegaron dos policías con un médico, que intentaron convencerme de no escapar. Ahí recordé que había un plan armado para relocalizarme, y con la ayuda de Tati (que apareció vaya a saber de dónde), pude salir del restaurant. 

Fui a buscarlo al Mago, y en una churrería (recuerdo que le pedí al churrero un par de cubiertos con chocolate y le pregunté si tenían rellenos con pastelera), volví a encontrarme con Tati que me dio dos pasajes de tren.

El tren estaba llegando a la estación, lo escuchamos desde la churrería, así que atravesamos la plaza corriendo con el nene. Llegamos justo: los asientos eran cómodos, mullidos, y estaba bastante limpio, aunque tremendamente viejo (un aire a los trenes a Córdoba, tenía).

Cuando nos bajamos, en la plaza de un pueblo turístico, estaba el Duende, con su tapado largo hasta el piso (pese al calor) y con un enorrrrrrrrrrrme copo de nieve de azúcar. Se reía mucho, achinando los ojos de color indefinidísimo.



EvaLilith
2013
Se escurrió
y restregó
un resto de café
en la comisura derecha
de su pequeña boca 
habitualmente
apretada.
Quiso encontrarle
un gusto menos metálico
menos a cucharita de latón
a la vida.
Y mordió fuerte
su palma
para no llorar,
recordando las veces
que la mordió fuerte
para no maullar.
Entre las hojas
halló
un motivo más
para putear
embadurnándole
el zapato viejo
lustrado y relustrado
para que dure
el cuero.
"Es buen augurio"
Dice la nona.
"Es mierda de can"
Dice la bióloga.
"Es otro día más"
Dice el tiempo.



EvaLilith

2013
No me caracterizo por una amplia tolerancia. Es algo que trabajo conmigo misma. Pero últimamente hay dos cosas que me vienen rompiendo particularmente los ovarios, y están relacionadas. 

Por un lado, están las tipificaciones baratas, sin sustento científico o casuístico serio alguno, que contribuyen a los estereotipos y nos alejan de lo que realmente importa a la hora de vincularnos: los individuos, con sus historias, motivos y cuestiones particularísimas (algunas tipificaciones científicas también tienen sesgos cuestionables). Es decir, ser gay no te hace decorador de interiores y mucho menos fana de los zapatos femeninos (déjense de joder con esa berreteada sexandthecity). Ser bisexual no hace que te quieras coger a todo el mundo. Ser feminista no hace que le eches la culpa a los hombres de tus miserias personales.
Por otro lado, está la otra cara de la moneda: personas que se aferran a etiquetas o grupos, como una forma de evitar enfrentarse con sus particularidades jodidas (y cambiarlas o asumirlas). Si no podés vincularte con nadie a menos que controles absolutamente todo lo que la otra persona hace, no es que seas BDSM, es que sos una persona insegura y abusiva. Si le sos infiel a todas tus parejas, no sos poliamoros@, sino un/@ pirata cualquiera!
Ante cualquier identificación, me parece saludable preguntarse "POR QUÉ?". Meterse hasta el fondo, si es necesario, en la propia mierda y en la ajena. Pero quedarse en las superficies, no le hace bien a nadie.

Y a mí, me rompe los ovarios, así que lo evito.
EvaLilith
2013

lunes, 1 de abril de 2013

De.

De esas noches de dormir mal y putear a los felinos. Sin poder encontrar la temperatura justa. Pegada a su cuerpo, ardía. Dos centímetros de separación y mi temperatura superficial equivalía a la del Ártico.

          Dando vueltas.
          Despertándolo casi a propósito

          Necesitándolo (sin querer).

Sorbiendo su calor. Yo, Vampira.

               Derramando mis penas, ancianitas ellas.
                                                  Una pesadilla donde nunca tengo

                                      el pasaje correcto para el avión indicado

                                                                o la valija bien preparada, con lo justo para abrigarme.

                                         Luego de un paseo por manga aeroportuaria

                                                        desembarco en Siberia

                                                                con la bikini y el saquito de crochet.


El duende se me ríe en la cara

                                           (quiero creer que es feliz conmigo)

                             dice "qué tierna que sos, conchuda"

                                            (porque le escribí ternuras en el torso y se las borré con la boca)

Me envuelve,


                   y creo que está vez, se ríen conmigo, no de mí.





EvaLilith
2013